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Os escribo sin saber realmente todavía qué pasó. Hoy no soy capaz de admitir que he sufrido un maltrato, porque no me lo creo; son las personas que han vivido a mi lado toda esa etapa de mi vida, ya prácticamente olvidada, las que me intentaron hacer ver en su momento, que las palizas (sólo fueron 5 ó 6), las amenazas, los castigos y sobre todo, el miedo que tenía a mi padre, no era normal. Quiero decir que actualmente tengo una relación buena con mi padre, hablamos mucho y hace ya 5 años que las cosas se normalizaron, ya no le tengo miedo, y le quiero. Mis padres se separaron cuando yo tenía 11 años, hasta ese momento la relación con mi padre fue normal (claro, que tampoco le veíamos mucho). Fue a partir de la separación cuando mi padre comenzó a querer controlar todo lo que yo hacía. En aquella época yo empecé a querer salir más, ir con chicos. Mi padre nunca aceptó mis amistades y me prohibía ver a mis amigos. Los años que transcurrieron entre mis 12 y 18 años, los pasé castigada; no exagero cuando digo que no salía prácticamente nada, sólo cuando me escapaba un ratito a sacar al perro, que era la excusa perfecta por si llamaba mi padre o se presentaba de sorpresa, aunque esta excusa no me valió por mucho tiempo. Como mi padre no vivía en casa, mi madre alguna vez se aliaba conmigo para dejarme salir, pero siempre con miedo a que mi padre apareciera en mi casa de sorpresa (cosa normal en aquellos años) y montara el pollo al “pillarme en un renuncio” (frase que siempre me decía). Las palizas sucedían en estos casos; recuerdo que la primera vez fue en 7º de EGB; mi madre no sé por qué no estaba y yo, que por supuesto, estaba castigada, hice una fiesta con mis compis de clase, en mi casa. Cuando llegó mi hermana, se fue todo el mundo y me echó la bronca, pero prometió que no le diría nada a mi padre. Hasta ese momento, mi padre no me había puesto la mano encima… bueno, bofetones me había dado varios. El problema era que yo empecé a suspender en el cole y fue a partir de ese momento cuando mi padre empezó a mantenerme castigada eternamente (digo esto, pero realmente no recuerdo cómo empezó todo), puesto que la condición para salir, era aprobar y como siempre me quedaba alguna… De todas formas, los estudios no eran el único problema, también lo eran las amistades, mi forma de ser y en lo que me estaba convirtiendo, él siempre me decía que prefería que le odiara, antes de convertirme en una “cualquiera” (siempre le ha molestado que me juntase con gente de todo tipo). Volviendo a lo de la fiesta en mi casa (son tantas cosas las que me salen, que me pierdo), ese día mi padre, como tantos otros, se presentó en casa para ver qué estábamos haciendo y por una tontería me pilló. En la fiesta, al abrir una coca-cola, se derramó en la cocina y aunque lo limpié, el suelo se quedó pringoso. Bueno pues al pasar mi padre a la cocina y notar el suelo pegajoso, empezó a preguntar ¿Por qué está así? ¿Qué ha pasado? (no sé como explicar la presión que producía en nosotras, los interrogatorios de mi padre, que no sé por qué, siempre nos pillaba). Al final mi hermana se lo contó y ahí sufrí la primera paliza, muy parecida a las que sufrí más adelante, moratones, algún chichón, un poco de sangre en el labio. Recuerdo que la primera vez me hizo un moratón tremendo en el culo, al día siguiente se lo enseñé a mi vecina al ir al cole y no se lo podía creer. Cuando estaba tirada en el suelo y mi padre me daba patadas, llegaba un momento en el que el dolor ya no existía, lo único que pasaba por mi cabeza era “que se vaya, que se vaya”. Aunque las palizas fueron pocas, el maltrato psicológico fue continuo durante muchos años. Los días que me tenía que ir a su casa a dormir, yo sola, para que me explicase matemáticas o física eran horribles, me pasaba el día agobiada pensando en lo que me esperaba esa noche, hasta pedía a dios (aunque no creo) que le pasara algo a él o a mi abuelo (que estaba malito), para que no pudiese venir y evitar el pasarme hasta las 4 ó 5 de la mañana con mi padre, en su casa, dándome clases. Su frase preferida era “la letra con sangre entra” y así me mantenía muerta de miedo, de tal forma, que era incapaz de memorizar lo que me explicaba, por lo que se convertía en un círculo vicioso. Aunque sólo me pegaba tobas en la cabeza, esos momentos eran incluso peores que las palizas. Cuando decidía dejarlo, una felicidad inundaba mi cuerpo pensando que por fin me dormiría y hasta la semana siguiente no tendría que volver a pasar por eso. De todas formas el miedo era continuo porque siempre llamaba o aparecía porsorpresa y como yo intentaba siempre bajar un ratito a la calle con mis amigos, o invitaba a mi amiga a casa, estaba siempre en tensión. Mis amigos, que subían a casa a verme, estaban artos de escuchar cada vez que sonaba el teléfono “sh, que a lo mejor es mi padre…”, me ponía histérica con sólo pensar que fuese él, estaba segura de que me pillaría. Yo vivo en el último piso del edificio y no os podéis imaginar cuántas veces se han tenido que escondermis amigos en el hueco del ascensor, o bajar corriendo porque llegaba mi padre. Siempre me enteraba de que había llegado, antes de sonar el telefonillo, porque me pasaba todo el tiempo que mis amigos estaban en mi casa, mirando por la ventana cada dos por tres, por si se le ocurría aparecer. Su presencia podía ser a cualquier hora, o por lo menos ésa es la sensación que yo tengo; gracias a dios llaves no tenía, así que nunca me llegó a pillar. Con el paso de los años los años las cosas empezaron a cambiar, la situación empezó a calmarse. Toda esa época estuvo llena de problemas, mis padres recién separados, broncas continuas por mí, por mi madre. Es muy difícil resumir en unas hojas todos los detalles; es una historia muy larga, que quizás tenga su origen en generaciones anteriores y en las circunstancias que llevaron a mis padres a casarse muy jóvenes (mi madre se quedó embarazada con 19 años). Toda está época esta prácticamente borrada de mi vida, pero es ahora, con 23 años, cuando empiezo a plantearme hasta qué punto me ha podido afectar todo lo que viví. Soy una persona insegura, ansiosa, con poca autoestima. Me imagino en muchos momentos que las personas piensan mal de mí y me preocupa demasiado. Tengo la sensación de necesitar recibir cariño y alabanzas de todo el mundo, indiferentemente de si me importa el mundo, o no. Por otro lado, siempre he sido una persona muy abierta, lo sigo siendo, pero cada vez me cuesta más tener relaciones. Tengo broncas por tonterías que me imagino yo. Llevo mucho tiempo intentando cambiar y me cuesta mucho, sé que todos mis problemas no vienen de todo lo que pasó, pero hoy necesito saber si alguno viene de ahí.
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