martes, 14 de agosto de 2007

RECUERDO


Recuerdo que cuando era niño asumía mi edad como una condena que algún día, lejano, pasaría. Una condena porque los niños no pueden defenderse. Pueden, como mucho, sobrevivir. Y no sin pagar un alto precio por la basura que tragan.
Mi primera cárcel fue la casa de mis padres. La segunda cárcel fue el colegio.
Hubo una vez un profesor que nos respetaba. Se llamaba José Vicente. Murió enseguida en un accidente de tráfico. La vida parecía enseñarme que no es posible ser un hombre y profesor al mismo tiempo. Muchísimos años después, mi hijo tuvo la misma suerte, y también conoció a un profesor que los quería.
Doy gracias a José Vicente y a Javier (así se llamaba el profesor de mi hijo). Pocas cosas me llenan tanto como ver a padres que se interesan por sus hijos. Casi nunca ocurre, pero sí de cuando en cuando.
Veo en los ojos de los niños la mirada de los condenados. Algún día serán adultos. Casi ninguno llegará a ser hombre; los más se quedarán en policías, en torturadores, en abusadores, en profesores al modo de la mayoría. Casi todos negarán la infancia de sus hijos para no descubrir el crimen que fue la suya. Así, asesinando, olvidan que fueron asesinados.
Y pasa la vida y pasan los años. Sólo una cosa permanece: en los ojos de los niños, la mirada de los condenados.
Ricardo López, agosto 2004.


¿CÓMO SE ATREVEN?
Ayer vi en televisión y hoy he leído en la prensa que la Conferencia Episcopal, o cómo se llame eso, anima a la población en general y a los católicos en particular a hacer todo lo posible para que no salga adelante el proyecto de ley que permite que parejas del mismo sexo puedan adoptar niños.
La orientación sexual de una persona, y eso lo saben bien los muchos católicos homosexuales que existen, nada dice ni significa respecto a su capacidad para la paternidad o maternidad. En cambio, la condición de religioso, sea monja o sacerdote, sí dice mucho de su especial orientación hacia la perversión y la violación de niñas y niños. No hay grupo humano con mayor porcentaje de violadores que el clero.
¿Cómo se atreven Vds., violadores profesionales de las conciencias, a juzgar sobre la idoneidad para la paternidad de alguien? ¿Cómo se puede ser tan cínico? ¿Acaso no estarán proyectando en ellos sus propias perversiones y teman que “los homosexuales” (¡qué miedo, qué misterio, qué manera de demonizar la falsa diferencia para santificar la mentira y mantenerse en el poder!) se conviertan en una competencia en la carrera por destrozar vidas a fuerza de agresiones sexuales y de cualquier otro tipo?
De lo que sí hay infinidad de pruebas es del carácter esencialmente criminal de los sacerdotes. Quizás en un mundo imaginario una Conferencia Infantil anime a toda la población a movilizarse para que cualquiera que se arrogue representar a Dios y en su nombre viole a alguien sea de una vez considerado lo que siempre ha sido: un criminal, un sacerdote.

UNA OPINION DESDE LA EXPERIENCIA


He estado leyendo los diversos mensajes del foro, y deseo comentar alguno de ellos, brevemente, dando mi opinión al respecto, ya que es importante el tema que se trata, y todos tenemos una responsabilidad en él.Soy coordinadora de un distrito sobre superdotación, y quiero dar la razón a la madre que habla del maltrato a los superdotados. Lleva toda la razón, y es un maltrato desconocido, silenciado, del que nadie habla, pero que es real. Estos niños están siendo maltratados, en el colegio, tanto por los compañeros como por los propios profesores, y fuera de él por los que les rodean. Son personas incomprendidas, a las que se les da de lado por ser diferentes. Su diferencia no es aceptada, y se va contra ella. Yo soy profesora, y doy constancia de ello. Desde mi distrito estoy tratando de difundir el tema (www.telepoliscom/comunidades/superdotados/), para que sea conocido desde su realidad, ya que mi pareja es superdotada y conozco el tema desde lo más profundo, desde la propia vivencia, sé cómo son estas personas y los problemas a los que se enfrentan, ya desde niños, por vivir en una sociedad mediocre en su generalidad y que no es capaz de apoyar a los talentos, gracias a los cuales esa misma sociedad ha evolucionado a lo largo de la historia. Llevo ya bastantes años tratando con estas personas, en la Red fundamentalmente, y prácticamente todos han sido maltratados en alguna ocasión y en mayor o menor medida; preguntádselo si no a ellos. Se trata de un maltrato psicológico, que pasa desapercibido, ya que lo primero, la mayoría de superdotados ni siquiera sabe que lo son.Respecto al mensaje sobre la Iglesia, yo soy cristiana, a pesar de lo cual soy crítica con ella en muchos aspectos, pero nunca se me ocurriría hablar como he leído en un mensaje, generalizando sobre los sacerdotes, y meter a todos en un mismo saco por el hecho de que haya algunos que abusen de niños, cuyos casos son contados. En todas las cestas puede haber alguna manzana podrida, pero eso no nos da derecho a juzgar igual a todas las demás ¿no os parece? Yo no estoy a favor de la adopción de niños por homosexuales, aunque tampoco esté totalmente en contra, pero considero que antes de legalizar algo así, y al margen de lo que opine la Iglesia, es necesario contar con estudios fiables, los cuales no existen en número ni calidad suficiente, y asegurarnos de que el niño no va a sufrir ningún trauma posterior ni va a tener conflictos psicológicos, lo cual es posible. La sociedad todavía no acepta bien la homosexualidad en todo su conjunto (yo sí la acepto, pero eso no es general), en el fondo (aunque trate de aparentar lo contrario), y mientras esto no suceda, el niño se verá sometido a las burlas y comentarios de los demás respecto a sus padres o madres homosexuales, será señalado, será un niño que no será como los demás por tener dos padres o dos madres, y eso le puede hacer mucho daño. Es primero necesario preparar a la sociedad, antes de tomar una iniciativa así. ¿Por qué, si no, el resto de países desarrollados, que lo están más que nosotros, no ha tomado ninguno esta decisión y somos los primeros? Porque tenemos un gobierno que quiere conseguir votos a costa de lo que sea, y nunca mejor que atendiendo a estas minorías que piden derechos que no son tales, porque el derecho en este caso no es el del homosexual, sino el del bienestar del niño. Por otra parte, me planteo qué es mejor, si un niño con cariño y cuidados de dos homosexuales, o un niño abandonado en un orfanato, y por ello he dicho antes que no puedo estar tampoco totalmente en contra, aunque sí pienso que es necesario que antes de que se legalice este tipo de adopción, que yo no legalizaría por el momento, son necesarias unas medidas de concienciación social como poco, y algunos estudios que demuestren que el niño puede desarrollarse bien teniendo como referencia una sola opción sexual en casa. Pensemos que el niño, que el día de mañana será un hombre, verá un tipo de sexualidad en sus padres que no es la natural (y lo digo con todo respeto, pero es así). Por tanto, hablemos menos de hipocresía de los curas y la Iglesia, y más de la de los políticos, y la intención de conseguir votos por parte de algunos partidos a base de las minorías (homosexuales, inmigrantes, feministas,...), que también es hipócrita, porque no creo que les interese en el fondo lo que aparentan (los niños, la mujer, la igualdad...), ni les importa el perjuicio que puedan causar, sino mantenerse en el poder a costa de lo que sea.

LAS SECUELAS DEL MALTRATO


Os escribo sin saber realmente todavía qué pasó. Hoy no soy capaz de admitir que he sufrido un maltrato, porque no me lo creo; son las personas que han vivido a mi lado toda esa etapa de mi vida, ya prácticamente olvidada, las que me intentaron hacer ver en su momento, que las palizas (sólo fueron 5 ó 6), las amenazas, los castigos y sobre todo, el miedo que tenía a mi padre, no era normal. Quiero decir que actualmente tengo una relación buena con mi padre, hablamos mucho y hace ya 5 años que las cosas se normalizaron, ya no le tengo miedo, y le quiero. Mis padres se separaron cuando yo tenía 11 años, hasta ese momento la relación con mi padre fue normal (claro, que tampoco le veíamos mucho). Fue a partir de la separación cuando mi padre comenzó a querer controlar todo lo que yo hacía. En aquella época yo empecé a querer salir más, ir con chicos. Mi padre nunca aceptó mis amistades y me prohibía ver a mis amigos. Los años que transcurrieron entre mis 12 y 18 años, los pasé castigada; no exagero cuando digo que no salía prácticamente nada, sólo cuando me escapaba un ratito a sacar al perro, que era la excusa perfecta por si llamaba mi padre o se presentaba de sorpresa, aunque esta excusa no me valió por mucho tiempo. Como mi padre no vivía en casa, mi madre alguna vez se aliaba conmigo para dejarme salir, pero siempre con miedo a que mi padre apareciera en mi casa de sorpresa (cosa normal en aquellos años) y montara el pollo al “pillarme en un renuncio” (frase que siempre me decía). Las palizas sucedían en estos casos; recuerdo que la primera vez fue en 7º de EGB; mi madre no sé por qué no estaba y yo, que por supuesto, estaba castigada, hice una fiesta con mis compis de clase, en mi casa. Cuando llegó mi hermana, se fue todo el mundo y me echó la bronca, pero prometió que no le diría nada a mi padre. Hasta ese momento, mi padre no me había puesto la mano encima… bueno, bofetones me había dado varios. El problema era que yo empecé a suspender en el cole y fue a partir de ese momento cuando mi padre empezó a mantenerme castigada eternamente (digo esto, pero realmente no recuerdo cómo empezó todo), puesto que la condición para salir, era aprobar y como siempre me quedaba alguna… De todas formas, los estudios no eran el único problema, también lo eran las amistades, mi forma de ser y en lo que me estaba convirtiendo, él siempre me decía que prefería que le odiara, antes de convertirme en una “cualquiera” (siempre le ha molestado que me juntase con gente de todo tipo). Volviendo a lo de la fiesta en mi casa (son tantas cosas las que me salen, que me pierdo), ese día mi padre, como tantos otros, se presentó en casa para ver qué estábamos haciendo y por una tontería me pilló. En la fiesta, al abrir una coca-cola, se derramó en la cocina y aunque lo limpié, el suelo se quedó pringoso. Bueno pues al pasar mi padre a la cocina y notar el suelo pegajoso, empezó a preguntar ¿Por qué está así? ¿Qué ha pasado? (no sé como explicar la presión que producía en nosotras, los interrogatorios de mi padre, que no sé por qué, siempre nos pillaba). Al final mi hermana se lo contó y ahí sufrí la primera paliza, muy parecida a las que sufrí más adelante, moratones, algún chichón, un poco de sangre en el labio. Recuerdo que la primera vez me hizo un moratón tremendo en el culo, al día siguiente se lo enseñé a mi vecina al ir al cole y no se lo podía creer. Cuando estaba tirada en el suelo y mi padre me daba patadas, llegaba un momento en el que el dolor ya no existía, lo único que pasaba por mi cabeza era “que se vaya, que se vaya”. Aunque las palizas fueron pocas, el maltrato psicológico fue continuo durante muchos años. Los días que me tenía que ir a su casa a dormir, yo sola, para que me explicase matemáticas o física eran horribles, me pasaba el día agobiada pensando en lo que me esperaba esa noche, hasta pedía a dios (aunque no creo) que le pasara algo a él o a mi abuelo (que estaba malito), para que no pudiese venir y evitar el pasarme hasta las 4 ó 5 de la mañana con mi padre, en su casa, dándome clases. Su frase preferida era “la letra con sangre entra” y así me mantenía muerta de miedo, de tal forma, que era incapaz de memorizar lo que me explicaba, por lo que se convertía en un círculo vicioso. Aunque sólo me pegaba tobas en la cabeza, esos momentos eran incluso peores que las palizas. Cuando decidía dejarlo, una felicidad inundaba mi cuerpo pensando que por fin me dormiría y hasta la semana siguiente no tendría que volver a pasar por eso. De todas formas el miedo era continuo porque siempre llamaba o aparecía porsorpresa y como yo intentaba siempre bajar un ratito a la calle con mis amigos, o invitaba a mi amiga a casa, estaba siempre en tensión. Mis amigos, que subían a casa a verme, estaban artos de escuchar cada vez que sonaba el teléfono “sh, que a lo mejor es mi padre…”, me ponía histérica con sólo pensar que fuese él, estaba segura de que me pillaría. Yo vivo en el último piso del edificio y no os podéis imaginar cuántas veces se han tenido que escondermis amigos en el hueco del ascensor, o bajar corriendo porque llegaba mi padre. Siempre me enteraba de que había llegado, antes de sonar el telefonillo, porque me pasaba todo el tiempo que mis amigos estaban en mi casa, mirando por la ventana cada dos por tres, por si se le ocurría aparecer. Su presencia podía ser a cualquier hora, o por lo menos ésa es la sensación que yo tengo; gracias a dios llaves no tenía, así que nunca me llegó a pillar. Con el paso de los años los años las cosas empezaron a cambiar, la situación empezó a calmarse. Toda esa época estuvo llena de problemas, mis padres recién separados, broncas continuas por mí, por mi madre. Es muy difícil resumir en unas hojas todos los detalles; es una historia muy larga, que quizás tenga su origen en generaciones anteriores y en las circunstancias que llevaron a mis padres a casarse muy jóvenes (mi madre se quedó embarazada con 19 años). Toda está época esta prácticamente borrada de mi vida, pero es ahora, con 23 años, cuando empiezo a plantearme hasta qué punto me ha podido afectar todo lo que viví. Soy una persona insegura, ansiosa, con poca autoestima. Me imagino en muchos momentos que las personas piensan mal de mí y me preocupa demasiado. Tengo la sensación de necesitar recibir cariño y alabanzas de todo el mundo, indiferentemente de si me importa el mundo, o no. Por otro lado, siempre he sido una persona muy abierta, lo sigo siendo, pero cada vez me cuesta más tener relaciones. Tengo broncas por tonterías que me imagino yo. Llevo mucho tiempo intentando cambiar y me cuesta mucho, sé que todos mis problemas no vienen de todo lo que pasó, pero hoy necesito saber si alguno viene de ahí.

MUJERES, NIÑOS , MALTRATO


Hay muchos puntos de coincidencia entre el maltrato a mujeres y el maltrato a niños, pero también hay una diferencia fundamental: las posibilidades de revertirlo, de evitarlo. Me refiero al número, a la frecuencia del maltrato, no al maltrato individual, del cual también quiero apuntar algo después.
Esa diferencia es que las mujeres pueden hacer mucho directamente para que no suceda, mientras los niños no pueden hacer prácticamente nada. Mientras la liberación de las mujeres puede ser protagonizada voluntariamente por ellas, no parece que lo mismo sea posible respecto a los niños.
El papel de las mujeres en su liberación, puede ser (y es) activo. El papel de los niños en su liberación parece completamente pasivo.
Esto significa que el camino para evitar el maltrato infantil no puede ser otro que la curación de los adultos.

Hacer daño a un niño es la mayor aberración pensable, sólo asumida como normal desde la absoluta locura que caracteriza nuestra cultura, nuestro tiempo. Nada, de ninguna manera ni en modo alguno, justifica en lo más mínimo el más leve de los maltratos. Quien no se da cuenta de que un bebé es lo más importante del mundo, es que está completamente loco.
Algo análogo sucede con cada caso concreto de maltrato. Mientras la mujer maltratada tiene muchas veces algunas opciones para hacer algo en su defensa, puede decirse que ningún niño tiene ninguna casi nunca. El maltrato en casa siempre es ocultado, y las formas institucionalizadas de maltrato no son cuestionadas, sino todo lo contrario.
Tú no puedes cambiar el mundo, pero sí que puedes cambiar tu mundo. Y eso no es poco. Es muchísimo. Y, además, es aquí y ahora la única revolución posible.
Esto es lo que puedes hacer: empieza a cuidar al niño que fuiste, que eres y que siempre serás. Enseguida te resultará muy fácil cuidar a cualquier niño con el que te encuentres. Nada de tu mundo, de sufrimiento y de locura, quedará en pie. Y la vida ocupará su lugar.